El mundo y la iglesia enfrentan una crisis de liderazgo. Mientras escribo estas palabras, los encabezados de la prensa secular hablan de líderes en el mundo corporativo que son culpables de una atroz negligencia moral. Ellos han llevado a la bancarrota a corporaciones gigantes por su ambición. Se han involucrado en intercambios ilegales internos. Han mentido, hecho trampa, robado y estafado. La cantidad y la escala de la corrupción corporativa actual son casi inconcebibles.
En el ámbito político, la imagen es aún más sombría. Los escándalos morales que sacudieron la Casa Blanca durante el periodo de Clinton cambiaron el clima de la política americana. La lección de ese episodio (en lo que respecta a algunos políticos) parecía ser que una persona puede mentir, hacer trampa, no tener integridad moral y aun así no perder necesariamente su carrera como político. La integridad personal, en apariencias, no es más un requisito para participar en la política. En la cultura post-Clinton, una indiscreción seriamente moral parece no ser un impedimento significativo entre los candidatos que buscan un puesto público.
En la iglesia visible, es triste, las cosas apenas son un poco mejor. Los escándalos de los televangelistas de los ochenta no se han olvidado. No mucho ha cambiado en la estela que dejaron. Ahora, el estado de la llamada televisión «cristiana» es peor que antes. La mayoría de sus celebridades todavía sigue haciendo apelaciones interminables de dinero por ambición. Músicos cristianos siguen avergonzando a la iglesia con fracasos morales escandalosos. Y todavía oímos regularmente de pastores que desacreditan sus propios ministerios y se descalifican a sí mismos fallando en lo que importa más en el liderazgo: el carácter.
Ambas partes, la iglesia y el mundo, parecen haber intercambiado la noción de liderazgo por la celebridad. Los héroes de la actualidad son personas que son famosas por ser famosas. No son necesariamente (y ni siquiera por lo general) hombres y mujeres de carácter. El verdadero liderazgo escasea.
En un sentido, sin embargo, esta falta de liderazgo presenta una tremenda oportunidad. El mundo pide líderes. Líderes que sean grandes, heroicos, nobles y confiables. Necesitamos líderes en cada nivel del orden social, desde los políticos en el ámbito internacional hasta los espirituales en la iglesia y la familia.
Y la mayoría de las personas reconocen esa necesidad…” (MacArthur, 2004, pp. 11-13)
Referencias Bibliográficas
- MacArthur, J. Dr. (2004). Llamado a Liderar. Thomas Nelson, Inc. Pp.11-13
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales