“Jesucristo pasó tres años enseñando día tras día a sus discípulos. No era suficiente predicarles un mensaje evangelístico, convertirlos y luego irse. Jesucristo tenía que transformar totalmente la manera en que ellos pensaban y veían su mundo. Y, antes de irse, mandó a los discípulos a hacer lo mismo:
“Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…. ” (Mt 28:20)
Como él había hecho discípulos, quería que ellos también lo hicieran. Pablo expresaba esta misma tarea de esta manera: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom. 12:2).
Son muy pocas las cosas que agradan y complacen a los padres como un hijo (o una hija) muy listo e inteligente. Los padres no se cansan de hablar de las buenas notas de tal niño o de los otros logros que se han alcanzado. Muchas veces estos niños llegan a ser la “gloria” de sus padres. Aunque Dios no es jactancioso, sí, se glorifica en la buena educación de sus hijos. Por medio de esta educación sus hijos llegan a reflejar mejor. Desde los primeros días de la historia de su pueblo, Dios ha mandado que los nuevos (en este caso, los niños) sean bien educados.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Dt. 6:6-8). El pueblo de Israel siempre se ha destacado en el área de la educación. Se ve en el Antiguo Testamento un depósito increíble de sabiduría y conocimiento. Esta sabiduría comenzaba con el temor de Dios (Prov 1:7), pero llegaba hasta lo último de la tierra y los extremos de los cielos (Salomón y Job, por ejemplo).
En el Nuevo Testamento, la mente del pueblo de Dios sigue jugando un rol muy importante. Aunque Pablo se burla de la filosofía humana, nunca menosprecia el conocimiento y el entendimiento. Además, anima a todos sus lectores a estudiar y a aprender. Veamos: …, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error…, (Ef 4:12-14).
También podemos ver que para Pablo el hecho de ser portador de la imagen de Dios significa entendimiento y conocimiento: … y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se van renovando hasta el conocimiento pleno…, (Col 3:10)
Dios no quiere un pueblo ignorante. Un pueblo ignorante no puede reflejar a un Dios omnisciente. Y por esto la tarea evangelística de la iglesia no termina con el mensaje evangelístico. Queda mucho por hacer. Tan pronto que una persona se convierta, debemos iniciar un programa de educación bíblica con tal persona con el fin de que esta persona también pueda darle gloria a Dios mientras defiende y proclama la verdad.” (De Vries, 2008, pp.13-15)
Referencias Bibliográficas
- De Vries, E. (2008). La Meta de la Obra Misionera. Universidad Cristiana Logos -UCL- pp.13-15)
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales