Jesús habló poco sobre el diezmo, pero cuando lo hizo fue categórico:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! por- que diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aque- llo».-
Mateo 23:23.
No censura al diezmo, pero sí destaca que con el diezmo solamente no vamos a ninguna parte. Es necesario que esté acompañado de justicia, misericordia y fe. No pensemos que porque damos el diezmo al Señor, tenemos la puerta abierta para obrar en la vida sin respetar las leyes divinas.
Si el diezmo era algo que terminaba con la venida de Jesús y no existiría en la iglesia “neotestamentaria”, el Señor tenía aquí una muy buena oportunidad para aclararlo y hacer como hizo con la pascua. En el momento que estaba participando de ella con sus discípulos, dio por terminado el viejo pacto y presentó el nuevo pacto en su sangre. Aquello no va más, ahora hay una nueva forma de celebrar este acontecimiento (Mateo 26:17-29). Al no hacerlo así con el diezmo significa que continuaba.
Jesús no habló más del diezmo por cuanto Él estaba exigiendo en esos momentos de sus discípulos el 100% de lo que eran, sabían y tenían. Jesús tenía razón, ¿cómo demandaríamos el diezmo de los primeros convertidos? ¡Era ridículo!, si ellos lo dieron todo. Hasta vendían sus posesiones para que los discípulos contaran con los recursos necesarios para realizar la labor encomendada por el Señor.
Dios es el que sostiene a la iglesia. Por eso envía esa parte a cada uno de los creyentes, para que en cumplimiento de una sana mayordomía, llevemos ese dinero que el manda a la iglesia para que su obra continúe. Por eso demanda nuestra fidelidad, por eso nos llama ladrones, porque nos estamos quedando —cuando no cumplimos con su mandato— con lo que es de Él.
El diezmo no es ofrenda, es simplemente lo que Dios envía para su iglesia. Ofrenda es lo que damos de las 90 parte que nos corresponde y sobre las cuales Dios espera que las administremos bajo el Señorío de Cristo.
El diezmo en el Nuevo Testamento es el primer peldaño para ofrendar; menos que eso ¡nunca! De allí hacia arriba todo lo que podamos hacer será transformado en bendiciones por parte de Dios de acuerdo a sus promesas y a su infinita misericordia.
La falta de una clara enseñanza de esta doctrina ha llevado a mucha desorientación dentro de la membresía y aun de los líderes de la iglesia. Es necesario revertir esta situación y a través de la permanente enseñanza de la mayordomía cristiana lograr que se mejore el entendimiento para que el creyente pueda llegar a ser cada día mejor administrador de las bendiciones que el Señor le da.
Por todo lo que hemos visto surge la necesidad de que los miembros de las iglesias sean capacitados para todas las áreas de la vida de ellos y de la iglesia.
Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto –dice el SEÑOR de los ejércitos– si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Malaquías 3:10
Universidad Cristiana Logos – Tu pasión, nuestra misión!
Visítanos >>>> https://universidadlogos.com/