“No me preocupan las partes de la Biblia que no puedo entender” —dijo bromeando Mark Twain— “sino las partes que sí entiendo”. Tristemente, el comentario de Twain se puede usar para condenar a muchos cristianos que dicen creer en la Biblia, sobre todo cuando consideramos pasajes relacionados con las responsabilidades de los miembros de la iglesia. Piensa en cómo la cultura occidental nos afecta a todos. La estrella de cine John Wayne decía que a él le gustaba Dios hasta que lo tuvo bajo su mismo techo. Nuestros cantantes lo expresan así: “No me límites” y “¡Lo hice a mi manera!”. Los publicistas apelan directamente a nuestro narcisismo: “Hazlo como te parezca” y “Tú eres el que manda”. Con todo esto en el ambiente, es fácil querer los beneficios, pero no las responsabilidades derivadas de las amistades, de los matrimonios, de nuestras profesiones y, ciertamente, de la iglesia.

En parte, la imagen del individuo hecho a sí mismo que asciende gracias a su propio esfuerzo nos ha llevado a desconfiar de cualquier institución. Además, una continua sucesión de escándalos graves —junto a una política rencorosa, una burocracia impersonal e ineficaz, y promesas incumplidas— ha debilitado la confianza de la gente en los líderes y en las instituciones. Hasta las personas que han crecido en las iglesias han sido decepcionadas, dañadas y abusadas por aquellos que aseguraban ser los pastores de Cristo.

La culpa no es solamente de la cultura del mundo. Mucho de nuestro cristianismo evangélico se ha forjado en una piedad que enfrenta la relación personal con Jesús contra la iglesia visible y su ministerio público. Parte de ello se debe a que los evangélicos hemos querido evitar el compromiso nominal y el formalismo (lo cual es bueno evitar). Pero en el proceso nos hemos inclinado —especialmente desde el Segundo Gran Avivamiento del siglo XIX— a criticar los oficios formales de la iglesia y los medios ordinarios de la gracia a favor de los líderes carismáticos y las manifestaciones extraordinarias. Lo rápido y fácil ha derrotado a lo probado y comprobado. Crecer rápidamente en número ha tenido más peso que crecer lentamente en gracia. Los resultados pragmáticos —y no las estructuras formales— se han considerado las llaves del éxito. Al mismo tiempo, muchos de nosotros fuimos criados con el llamamiento evangelístico de: “No te pido que te unas a una iglesia, te pido que aceptes a Jesús como tu Señor y Salvador personal”.

No es de extrañar que después de sucesivos llamados de este tipo ser salvado tenga poco que ver con unirse a una iglesia. Incluso tenemos movimientos evangélicos que ya han eliminado completamente el concepto de la membresía eclesial. Te dicen que simplemente asistas… o no. Un líder evangélico aplaude la aparición de los revolucionarios que han decidido —de alguna manera— que ser la iglesia significa no unirse a ella. En su lugar, estos revolucionarios encuentran sus propios recursos espirituales en Internet y en reuniones informales. Entonces llega Jonathan Leeman, quien no solo nos recuerda todos los pasajes que hemos dejado de lado, sino que también nos dice con valentía cosas como: “Cristo no nos llama a unirnos a una iglesia, sino a someternos a ella”. La iglesia no es simplemente una asociación de voluntarios —como los Boy Scouts o el Sierra Club 1—, es una embajada del Reino de Cristo. Los reyes no hacen sugerencias, ni venden productos, ni proporcionan recursos que las personas pueden tomar o dejar. Leeman encuentra el equilibrio entre el individualismo sin ley y el autoritarismo legalista. Los cristianos actuales necesitan escucharle urgentemente ya que nos muestra que el señorío de Cristo es el único antídoto contra estos extremos. El Señor nos gobierna para salvarnos y nos salva para gobernarnos. A diferencia de los gobernantes de esta era, Jesús no nos pide que derramemos nuestra sangre por su imperio; lo hizo él dando su propia vida por el Reino. Entonces fue resucitado en gloria como el principio de una nueva creación y ahora está juntando en su Reino a coherederos que se pertenecen los unos a los otros porque —todos ellos— le pertenecen a él. La Iglesia visible es el lugar donde encontrarás el Reino de Cristo en la tierra y despreciar el Reino es despreciar a su Rey.

Algunos lectores necesitarán convencerse de los requisitos bíblicos —y de las bendiciones— de la membresía de la iglesia. Tal vez otros —ya convencidos— se preguntarán cómo convertir la teoría en práctica en el área de la vida eclesial. ¿Cuáles son los requisitos para la membresía? ¿Cómo manejamos juicios correctos y personales con sensibilidad pastoral? Concretamente, ¿cuáles son las consecuencias cuando la disciplina requiere medidas contundentes acerca de la doctrina o de la vida? ¿Cuáles son los límites —y las responsabilidades— de los oficiales eclesiales y de su ejercicio de la autoridad ministerial? A pesar de ser grandes preguntas, el autor no divaga, sino que aborda cada uno de estos asuntos prácticos con argumentos basados en las Escrituras.

Independientemente de que al final estés de acuerdo con él o no, Jonathan Leeman acumula tanta sabiduría bíblica en estas breves páginas que, sencillamente, ningún cristiano debería rechazarlas sin más. Ya que yo mismo no soy bautista no puedo estar de acuerdo con todo. Aun así, me encontré exclamando: “¡Amén!” de todo corazón por los principales argumentos a favor de la membresía de la iglesia. Y lo que es más importante, me he deleitado de nuevo con la maravillosa provisión del Buen Pastor que no solo ha redimido a sus ovejas, sino que también ha establecido la manera de alimentarlas y de dirigirlas hasta el final.” (Leeman, 2012, pp. 11-15

 

Referencias Bibliográficas

  1. Leeman, J. (2012) La membresía de la Iglesia. IX 9Marks. 11-15
  2. Curso IBLO No.15 -IBUS100 Administración Eclesiástica- Universidad Cristiana Logos -UCL- 
  3. Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales.

Leave a Comment

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

WeCreativez WhatsApp Support
Nuestro equipo de atención al cliente está aquí para responder a sus preguntas. Pregúntanos cualquier cosa!
👋 Hola, ¿cómo puedo ayudar?