La Biblia está llena de historias y personajes que nos revelan no solo ejemplos de liderazgo admirable, sino también advertencias contundentes a través de líderes que fallaron en cumplir el llamado divino. Estos líderes negativos, quienes tomaron decisiones equivocadas, manipularon a las personas o se apartaron del propósito de Dios, nos dejan valiosas enseñanzas sobre los peligros que debemos evitar en nuestro propio ejercicio del liderazgo. Al analizar sus vidas, podemos extraer principios que trascienden el tiempo y el contexto, aplicables en la iglesia, en el trabajo, y en cualquier área donde influimos a otros.

Saúl: El Precio Amargo de la Desobediencia

Saúl, el primer rey de Israel, fue escogido por Dios para liderar a Su pueblo. Sin embargo, a pesar de comenzar con un corazón humilde y un espíritu valiente, su camino terminó en desobediencia y fracaso. En 1 Samuel 15, Dios le ordenó destruir por completo a los amalecitas, pero Saúl decidió perdonar lo mejor del ganado y dejar vivo al rey Amalec. Este acto de desobediencia no fue un simple error táctico, sino una manifestación de arrogancia y autocomplacencia que le costó el favor divino.

Samuel confronta a Saúl con una verdad profunda:
“¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.” (1 Samuel 15:22, RV1960)

La caída de Saúl nos recuerda que la obediencia a Dios es la piedra angular del liderazgo auténtico. No basta con tener intenciones nobles o un buen comienzo; es indispensable mantener la fidelidad al propósito divino. El ego y la voluntad propia, si no se someten a Dios, pueden arrastrar incluso a los líderes más prometedores hacia la ruina. Saúl nos muestra que la desobediencia no solo destruye al líder, sino que afecta a toda la comunidad que depende de su dirección.

Roboam: Cuando Escuchar Malos Consejos Divide

Roboam, hijo de Salomón, heredó un reino dividido y una pesada carga que el pueblo ya sentía. Al asumir el trono, tuvo la oportunidad de un liderazgo restaurador y compasivo. Consultó a los ancianos, quienes le aconsejaron aliviar la carga y actuar con sabiduría, pero decidió hacer caso a los jóvenes con quienes había crecido, quienes le sugirieron ser más duro y autoritario.

El resultado fue devastador:

 “Mi padre os cargó de un yugo pesado, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.” (1 Reyes 12:14, RV1960)

Esta decisión no sólo quebrantó la unidad del reino, sino que provocó una división que marcó para siempre la historia de Israel. Roboam nos enseña una verdad esencial: los líderes deben elegir cuidadosamente a sus consejeros y no dejarse llevar por consejos que alimentan el ego o la dureza sin sabiduría. Escuchar la voz experimentada y sensata puede ser la diferencia entre un liderazgo que edifica y uno que destruye. El liderazgo es un acto de responsabilidad que requiere humildad para discernir y valentía para actuar conforme a lo que es correcto.

Acab: El Costo de la Manipulación y la Maldad

El rey Acab representa un liderazgo marcado por la corrupción moral y la manipulación. Dominado por la influencia de Jezabel, permitió la injusticia y la idolatría en Israel, mostrando cómo un líder puede pervertir su autoridad al ceder ante intereses egoístas y malvados.

Cuando se le confronta por la injusticia cometida contra Naboth, Acab mostró un arrepentimiento superficial:  “Y sucedió que, cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre su carne, y ayunó, y durmió en cilicio, y anduvo humilde.” (1 Reyes 21:27, RV1960)

Sin embargo, esta humildad fue efímera y no reflejó un cambio genuino. Acab ilustra el peligro de un liderazgo manipulado por intereses personales y el poder de otros. La justicia y la rectitud deben ser los fundamentos de toda autoridad. Un líder que se permite ser usado o doblegado por influencias negativas no solo perjudica su integridad, sino que arrastra a su pueblo hacia la corrupción.

Coré: La Tragedia de la Rebeldía Injustificada

Coré es un símbolo de la rebeldía contra el liderazgo establecido por Dios. Al desafiar a Moisés y Aarón, Coré mostró un corazón orgulloso que rechazaba la autoridad legítima y divina. Su rebelión fue severamente castigada por Dios, quien manifestó su juicio al abrir la tierra y tragarlos a él y a sus seguidores.

“Y dijo Jehová a Moisés: Di a la congregación: Apartaos de alrededor de la tienda de Coré, Datán y Abiram.” (Números 16:23, RV1960)

Este episodio es un llamado a respetar el liderazgo cuando está fundamentado en la voluntad de Dios. El liderazgo no es una lucha por el poder ni un derecho a cuestionar sin fundamento, sino un llamado sagrado que debe ser aceptado con humildad. La rebelión sin causa es un camino que conduce a la destrucción. Un líder, así como sus seguidores, debe reconocer que la autoridad divina está por encima de cualquier agenda personal.

Reflexiones para el Liderazgo Hoy

Estos ejemplos bíblicos son más que relatos históricos; son espejos en los que podemos reflejar nuestras actitudes y decisiones. La fidelidad a Dios, la búsqueda de consejo sabio, la justicia, la integridad y la humildad son cualidades indispensables para un liderazgo que honra a Dios y beneficia a la comunidad.

El apóstol Pablo recuerda a los creyentes:
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria, antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Filipenses 2:3-4, RV1960)

Este llamado nos invita a liderar desde el servicio, no desde el poder o la búsqueda de prestigio. Sin un corazón alineado con Dios, el liderazgo puede ser una fuerza destructiva. Que las lecciones de Saúl, Roboam, Acab y Coré nos guíen a buscar la voluntad divina, a actuar con justicia y a servir con humildad.

El verdadero liderazgo cristiano se mide por la capacidad de entregar y proteger, no por el control o la dominación. Que esta reflexión inspire a cada líder a examinar su corazón y su camino, para que su liderazgo sea una bendición duradera y una expresión fiel del propósito de Dios.

 

Por María del Pilar Salazar

Decana Académica 

Univ. Logos

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