Administración es la necesaria actividad de los ejecutivos en una organización, cumpliendo órdenes, desarrollando y posibilitando la realización de esfuerzos de un grupo de personas, por medio de quienes se lleva a cabo cierto propósito definido.
«La administración permite exhibir un fragmento de la creatividad humana… la administración es un arte…»
Por último interviene lo que le da valor a la empresa y que en los últimos tiempos, salvo raras excepciones se ha desvirtuado: la gente. Un buen administrador debe conocer el “derecho del personal”:
- A ser tratado como un individuo y respetado como persona.
- A tener voz en sus propios asuntos, incluyendo su derecho a contribuir con lo mejor de sus conocimientos.
Cuando el administrador logra esta identificación plena entre empresa, objetivos y personal alcanzará los mejores éxitos pues se verá apoyado por aquellos con quienes comparte la tarea todos los días, los que a la vez le ayudarán a lograr los objetivos que la empresa se ha trazado, a través de un apoyo efectivo y práctico.
Principios cristianos de administración
Cada iglesia y/u organismo del cuerpo de Cristo es una empresa y cuando la administramos como obra del Señor, los principios que deben regir nuestra gestión difieren de los que corresponden a una empresa secular.
No estamos diciendo que renunciamos a los principios básicos de la administración empresarial, al contrario, ellos deben ser respetados si queremos tener éxito en nuestros negocios. Tampoco creemos que por ser una empresa con carácter misionero, debemos confiar solamente en que el «Señor nos ayudará».
Lo que queremos señalar es que para cumplir con el ministerio que nos proponemos, debemos administrar nuestra empresa como un negocio. En esto no podemos improvisar. Hay leyes, matemáticas y económicas, que no debemos ignorar. Al contrario, sostenemos que toda empresa evangélica, grande o pequeña, debe movilizarse dentro del marco de las leyes que rigen un país. ¿Se imaginan una empresa evangélica violando las leyes?
El administrador cristiano debe diferenciarse del secular. La razón es porque Dios está con el creyente y eso debe verse en la empresa.
Cuando pensamos que ser cristiano es solamente partici- par activamente en la iglesia y no en el mundo, estamos interpretando mal el concepto divino. Dios quiere que seamos fieles tanto en uno como en otro campo y que mostremos al mundo que tenemos «algo más» que los otros, y eso es «Dios con nosotros», «…para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo…» (Filipenses 2.15).
Conceptos generales sobre administración : «Dios está con nosotros». Lógicamente para que actúe debemos estar unidos a Él y realizar nuestra administración no solo con nuestra capacidad y conocimientos, sino pidiéndole el auxilio del poder de su Espíritu, recordando que con o sin crisis Dios es el mismo.
En la Biblia tenemos muchos ejemplos de la manera en que Dios toma a un hombre y lo guía por diversos caminos hasta lograr el plan que se ha trazado. Uno de los que más me impactó desde pequeño es la vida de José, el hijo de Jacob.
Al leer su historia observamos que Dios lo guió de una manera extraña, y por momentos hasta incomprensible, tanto que es imposible que la persona se dé cuenta de que Dios está trabajando con él para lograr grandes cosas. Sin embargo, Dios tenía un plan y lo realizó. ¿Qué necesitó Dios para lograrlo? La fidelidad de José. Él estaba en las manos de Dios y sabía que aunque hubiera pruebas tremendas, su Dios estaría con él.
Veamos algunos logros que obtuvo Dios utilizando a José:
- Preservó la vida de Jacob, sus hijos, su gente y su ganado.
- Por la gracia de Dios fue instrumento para que el pueblo de Egipto superara los 7 años de «vacas flacas».
- Dios le dio sabiduría a José para que se destacara como revelador de sueños primero y como destacado administrador después, frente a Faraón.
- Tan perfecto fue su plan que permitió que por generaciones los pueblos pudiesen ser administrados con ese sistema: 20% de los ingresos para el estado y el resto para el pueblo.
Los principios básicos que rigen para la empresa y los negocios seculares, deben regir también para la empresa evangélica. Si no administramos con seriedad los negocios del Señor, estamos cometiendo un grave pecado. Sobre esto ha habido mucha confusión en tiempos pasados. Es hora de reaccionar. La empresa evangélica no es distinta de la secular, aunque es superior. Lo es por el propósito que la anima y porque la dirige el Rey de reyes y el Señor de señores. Esta especialísima circunstancia hace necesario que tengamos más cuidado aun en su administración. No cabe en la empresa evangélica la improvisación. Hay una característica que la distingue de cualquier otra. En ella se amalgama lo divino con lo humano para la realización del motivo principal de la empresa: Anunciar el plan de Dios para la humanidad.
Veamos por qué:
- Dios creó motivos para la existencia de la empresa evangélica.
- Dios llamó al hombre redimido para la realización de esos motivos.
Por lo tanto la empresa evangélica se compone de:
- El propósito eterno de Dios: Anunciar el plan de salvación; razón de la existencia de la empresa.
- El hombre a quien Dios utiliza es anunciador del plan de Dios, realizador de los propósitos de la empresa.
No puede haber exclusión ni sustitución de estos dos aspectos, los cuales se complementan armónicamente mediante el sello inconfundible del Espíritu Santo.
«En el momento actual, la mayoría de los dirigentes de las organizaciones cristianas reciben su adiestramiento de manos de organizaciones seculares y comerciales. Esto significa que muchos de los líderes cristianos intentan llevar a cabo la obra de Dios empleando una filosofía secular que ha sido condenada por Él».
Continúa en el próximo artículo…