Resumen realizado por Abraham M. Bruno, estudiante de Universidad Cristiana Logos.
Una paradoja de mansedumbre y bravura, aceptación y rechazo, fidelidad y traición, victorias y luchas se destacan en la vida de David el ungido. Es también un paradigma de fe, esperanza y amor. En cada uno de nosotros hay un David que se debe manifestar con sus fortalezas y fragilidades.
Entender la voluntad progresiva de Dios exige obediencia, tiempo y paciencia. Se necesita saber esperar en él. Nadie será el ungido porque quiera hacerlo o porque lo elijan como ungido; ser el ungido porque Dios mismo lo elige y lo separa. Una persona puede ser electa a una posición religiosa, pero sólo Dios puede llamarla a esa posición. Ésa es la razón por la cual hoy día tenemos tantos problemas con personas que han sido electas a posiciones sin llamado de Dios.
El ungido debe ser seleccionado y elegido de un ambiente de santidad de adoración. El ungido debe ser una persona santa y que adorar al Dios todopoderoso. No es tanto dónde se adora, sino cómo se adora.
El ungido aunque está el campo del mundo, no es del mundo. Le pertenece a Dios. El mundo no afectan ungido que está en una buena relación con Dios; es el ungido sin afectar mundo. La presencia de Jesucristo en el creyente es la que destaca a él o ella ante el mundo.
El ungido debe gozar de una buena salud espiritual y emocional. Creyentes con cargas bajo presiones, deprimidos, rencorosas, angustiados, enojados, muchas veces transmiten esa clase de espíritu en sus ministerios, enseñanzas y predicas. Lo que ellos mismos están sintiendo es lo que muchas veces proyectan a otros. La visión del ungido llama la atención de los demás. No mira como los demás y de más allá que los demás. El visionario mira las cosas como las de Dios. Un estilo de vida diferente es la más poderosa predicación que cualquiera puede ministrar.
El ungido tiene que cuidarse de la tentación de levantarse o dejar que le levanten “un monumento”. Si el ungido es verdaderamente espiritual, rechazará todo lo que pueda traerle gloria personal y hacerlo el centro de su ministerio. Saúl ya estaba perdiendo la unción en su vida. Estaba en posición, pero sin unción de Dios. Respondía a los impulsos de la carne y no del espíritu. Dejó de ser una autoridad espiritual al obedecer a los que no eran espirituales. Su ministerio quedó sin unción. La unción de todo ministerio es la presencia del espíritu Santo. Cuando se pierde la unción, también se pierde la autoridad espiritual.
Dios exige calidad y excelencia ministerial. Los que Dios quiere usar son quienes primero han aprendido hacer las cosas bien. El que tiene un llamado se prepara con anticipación al ministerio. No espera entrar al ministerio para luego prepararse. El llamado lleva a la preparación. Los hombres y mujeres de Dios deben hacer las cosas bien. No dan mediocridad en su ministerio. Buscan siempre la excelencia. A alguien que no le guste ensayar no debe entrar a un ministerio de música y canto. A otro que no le gusta estudiar no debe entrar al ministerio de la enseñanza y predicación.
Un creyente valiente reconoce que tiene autoridad espiritual; y en el mundo espiritual, es una autoridad. Los hombres y mujeres llenos del espíritu Santo son enérgicos, transmiten vida, son dinámicas, contagian a otros con su personalidad. Tienen un estilo de vida que los demás quieren imitar. Transforman con sus palabras y acciones. Los ungidos se cuidan cómo hablan, de qué hablan, de quién hablan, dónde hablan y por qué hablan.
La ruta más corta hacia el ministerio es a través del servicio. Adorar a Dios y servir a nuestros hermanos debe ser la mayor meta de nuestra vida y ministerio.
Cuando falta la unción del espíritu Santo, se le cree al diablo y sus demonios todo lo que dicen. Los ungidos no le prestan atención a las palabras del diablo. Los verdaderos ungidos responden siempre la voz de Dios y no se dejan turbar ni amedrentar de nada ni nadie. Éstos responden siempre a una palabra de fe.
Los ungidos siempre tienen un corazón pastoral. Ellos sienten por las ovejas. En vez de las ovejas venir a ellos y buscarlos, ellos van y buscan las ovejas. El espíritu pastoral debe ser una carga en los ungidos. Los ungidos de Dios manifiestan sensibilidad a las oportunidades que el Espíritu Santo les ofrece. Una oportunidad de Dios puede cambiar nuestro destino y darnos un mejor futuro. Dios siempre nos prueba en cosas pequeñas antes de delegarnos las cosas mayores.
Los hombres y mujeres de Dios que han sido ungidos para algún ministerio y que verdaderamente aman a Dios, saben madrugar para él. Son personas que llegan temprano a las citas de Dios. Prefieren levantarse temprano, a dejar que el día se les vaya en tonterías. A los ungidos les gusta aprovecharlo todo. No se pierden ni los anuncios. Nadie les tiene que contar porque ya ellos lo experimentaron. Los obedientes no son volcanes que ocasionalmente hacen erupción, son cataratas continuas que dejan caer las aguas.
El ungido sabe a quién acercarse y de quien apartarse. Los principios del ungido deben ser: franqueza, determinación, temeridad, realización. El ungido es moderado, no va ni aun extremo ni el otro. Se niega a todo lo que le pueda quitar la bendición. Los ungidos saben qué escoger para utilizar en el ministerio. Van siempre el arroyo de Dios para buscar lo que quieren. Sin oración, sin ayuno, sin lectura de la Biblia, sin asistencia a las reuniones del templo, no podemos encontrar las piedras lisas que necesitamos para ministrar y actuar como ungidos. Los que son llamados al ministerio y ejercen posiciones dentro de la comunidad cristiana, se les exhorta a mantener un carácter de seriedad en el desempeño de sus funciones.
Los ungidos son personas que están llenos de la palabra. Saben la manera de defenderse con la palabra. Tienen la palabra en el corazón y cuando la necesitan, la misma, se manifiesta. El ungido es una persona que tiene y comunicarse. La fe es para hoy y la esperanza es para mañana. La fe del ungido es presente, lo mantiene activo, le hace declarar lo que quiere que suceda hoy. La fe provoca milagros. Depende de Dios para hacer algo es más importante que los medios para hacerlo. El proceder del mundo no es el de Dios. El ungido no depende de la fuerza humana, sino del poder espiritual.
Hombres y mujeres con iniciativa son los promovidos en el mundo secular y en el reino de Dios. El ungido es alguien que se mueve con metas en la vida. El ungido termina lo que comienza. Al final confirman con sus acciones lo que dijeron con sus palabras. El ungido controla sus emociones. Tiene que atar envidias, celos, rebeliones, chismes, enojos, contiendas, hipocresía, carnalidad, disoluciones, pleitos, tacañería, dudas, ambivalencias, heridas emocionales, complejos, racismos, discriminación, y muchas otras cosas.
El creyente que habla de fe, ejerce fe y que se mueven fe, es notado por otros. Los ungidos siempre tienen la gracia de atraer a otros. El ungido oye bien para responder bien. Al ungido se le obligarán otros que percibirán en él una capacidad especial, tendrán una revelación personal de quién es él y de lo que Dios puede realizar a través del ungido. Los ungidos siempre sobresalen y se levantan por encima de los que han perdido la unción. La unción identifica los ungidos. Puede haber posición sin unción, pero nunca habrá función sin unción. Dios quiere personas que hagan algo, no que tengan un título de algo del trabajo para Dios y él lo promoverá.
La unción nunca debe ser reconocida en una persona para ponerla a competir con otra. En la obra del señor Jesucristo ninguno es mejor que otro. Cada uno hace lo que puede con sus talentos. Lo importante no es tener más talentos, sino ser multiplicador de los talentos que se tienen. Las comparaciones ministeriales son carnales. Cuando se pierde la unción se deja de entender el propósito de Dios en otras vidas. Cuando se pierde la visión espiritual no se ve lo que Dios está haciendo y lo que quiere hacer a través de otros. Sin visión no hay enfoque espiritual.
Cuando nos llenamos de Dios, las depresiones, las angustias, el aborrecimiento, la melancolía y todos esos males emocionales tienen que desaparecer. Una lanza que tiran al ungido es la crítica. Por lo bien que haga las cosas, siempre alguien le encontrará algo malo. La lengua de muchos serán lanzas que tendrá que esquivar con mucho estilo y protocolo. El ungido no se puede rebajar al nivel del no ungido. No puede permitir que las acciones del no ungido lo vayan a descontrolar y lleguen a determinar su manera de actuar. El ungido tiene que aprender a evitar conflictos. La clave de todo ministerio de éxito es resolver problemas y no fomentar problemas.
Cuando se está ungido Dios mismo cuida de las posiciones; cuando se pierde el unción, uno es el que comienza a cuidar de la posición. Los ungidos solteros tienen que cuidarse con quien se casará. El que una persona le profese amor no significa que el matrimonio será en la voluntad de Dios.
Los ungidos no necesitan competir, siempre Dios los hará sobresalir. En el ministerio se necesitan personas que sean fieles a los ungidos. Que se muevan a la vanguardia en la retaguardia de ellos, avisándoles de los peligros, cuidando los de la mala voluntad de otros y defendiendo el testimonio de ellos. Los ungidos son personas que perdonan y olvidan. El ungido puede dejar una posición, pero cuando Dios lo regresa la misma, lo hace con el mismo espíritu y entusiasmo. La razón es que los ungidos no hacen las cosas por la posición, sino por el llamado.
Los que andan por la libre, con una mentalidad independiente, que a nadie quieren dar cuentas de sus acciones, tarde o temprano se verán en serios aprietos. Su trayectoria ministerial será de corto plazo. Mientras no fallen todo aparentara estar bien, pero el día que den un traspiés, todo su edificio se desplomara. Más importante que la unción es que ocurra un cambio de vida. La presencia del espíritu Santo debe controlar nuestro temperamento y mejorar nuestro carácter.
A los ungidos les interesa vivir lo más alejado posible del pecado. Saben que el pecado les quita la unción. El deseo de Dios es que sus ungidos vivan guardándose del pecado. Son sus vasos y vasijas y él quiere a sus utensilios limpios. El ungido es una persona la cual Dios se revela el corazón de otros. El ungido necesita de amigos verdaderos, íntegros, comprometidos y sacrificados.
La dictadura espiritual es señal de que falta la verdadera unción que se expresa en autoridad espiritual. Dios desea que muchas veces nos concentremos en lo que tenemos que hacer para él y no en otras cosas o deseos. El ungido tiene que cuidar de su santidad y velar por la misma, es fácil velar por la santidad de otros y descuidar la nuestra. Los ungidos no son intocables, creyendo que nada nos puede tocar. Los ungidos deben promover la santidad entre los jóvenes y por eso ellos tienen que darles ejemplos con su conducta y acciones.
La familia del ungido no puede usurpar su autoridad espiritual y se tiene que someterse a la misma.
Personas tristes necesitan acercarse ungidos que los animen, que los fortalezcan, que los muevan a salir de su cuarto oscuro, que les inyecten entusiasmo y que le despierten el valor en sus corazones. Toda iglesia que esté ungida, abierta para recibir estos reclutas de David, que será, se multiplicará y hará la diferencia en cualquier lugar. David era un ungido con un ministerio de restauración. En su ministerio y bajos unción muchos fueron levantados. Su función no era para que la gente cayera bajo la anestesia divina, era para levantar agente ya caída por la anestesia del diablo.
La falta de preparación determinará la baja calidad del ministerio que podamos dar. La preparación es un tiempo de disputado, donde nos ponemos bajo la tutela espiritual de los Moisés y los Elías. Mientras más y mejor nos preparemos, de mayor utilidad seremos para Dios y su reino. Aprendamos todo lo que podamos. Tomemos toda la experiencia que sea posible.