Continuación del resumen realizado por Abraham Bruno, estudiante UCL.

Hablar con Dios en medio de una crisis espiritual, es el mejor antídoto contra el miedo o el temor. Los ungidos buscan ellos llenarse de fe y optimismo antes de tratar de influenciar en otros. Estar ungido significa estar bajo la voluntad de Dios.

Los ministerios se alcanzan por la unción. Sólo la unción puede autorizar alguien hará cumplir con el propósito especial de Dios. Sin unción se tiene posición, pero no ministerio. Hay que estar ungido para y en la posición. Hoy día tenemos a muchos Jonatanes en posiciones que Dios nunca los llamó, ni lo surgió, pero que han llegado a tenerlas por la política, la influencia y la manipulación. Personas en ministerios que no han sido ungidos por Dios, ocuparan posiciones y tendrán títulos, pero carecerán de la gracia para los mismos.

Los ungidos son como ángeles de Dios para otros. En ellos se ve a Dios reflejado. Cuando aparecen, llenando un vacío, suplen una necesidad, traen un consuelo y dan una palabra adecuada. El ungido es todo íntegro que no es de extrañar que los que son del mundo no quieran compartir con él.

Los ministerios exigen unción y las posiciones demandan autoridad. Con la unción se revelan los dones y con la autoridad se establecen las posiciones. Las personas necesitan ser bendecida as. Ésos locos de meter miedo, de maldición que producen “esquizofrenia” espiritual no deben tener cabida en nuestros púlpitos. Muchos predicadores y predicadoras desde los púlpitos sangran por sus heridas. Sus predicas son enfermizas. Sus palabras no transmiten vida. Sus exhortaciones son catarsis emocionales. En lo que acusan a otros se justifican a sí mismos. Desde nuestros púlpitos debe salir un rayo de esperanza, una lluvia de refrigerio, una nube de sombra, un techo de refugio, una terapia Senadora, una palabra de bendición.

Muchos pastores llamados, pero antes del tiempo de Dios, se han puesto ellos mismos en el pastor ha dado. Otros son evangelistas fracasados, aunque llamados, porque no se han dejado discipulaba, ni enseñar y en un espíritu de rebeldía se han lanzado a la evangelización. Esperar el tiempo de Dios es clave para tener éxito en el ministerio. Ningún ministerio será aprobado si los que servimos no nos ungen con su aprobación para el mismo.

El ungido es una persona visionaria. Su visión es fecunda. De su visión nacen proyectos y misiones. Desde luego, no podemos confundir la misión con la visión, ni los proyectos con la visión. La visión se desarrolla con la misión, con la visión y de la misión nacen proyectos, ya que éstos suplen las necesidades de la misión y la misión actualiza la visión. Pero el ungido tiene que tener cuidado con los muchos proyectos en que se envuelve o lo quieren envolver, que a la larga pueden afectar su propia visión.

Los ungidos no son propiedad exclusiva de ningún grupo, son de todos. El ungido nunca debe olvidar lo que Dios le ha profetizado. El ungido no se retrasa se adelanta. No se detiene se extiende. Su visión siempre lo adelanta. Se mueve al progreso. No es una laguna de aguas estancadas, es un río caudaloso que arrastró oportunidades y lleva bendiciones a otros.

Las pruebas el ungido nunca se le terminará. Después de una gran bendición, puede venir una gran tribulación. El ungido debe ser el primero en alabar a Dios y el pueblo lo imitará. La opinión de Dios era para el ungido más importante que la crítica carnal y que la dogmática protocolar. A los ungidos la crítica de los carnales no los frena en su actuación hacia Dios.

Pastores que no pastorean su familia, evangelistas que no ganan a su familia, conferencistas matrimoniales están divorciados o que tienen problemas en su matrimonio, son contradicciones que no deben darse. Los ungidos son personas de familia. Salen y hacen ministerio, pero siempre regresan a su familia con la bendición. La familia es importante en el ministerio de cualquier ungido.

Hoy día el espíritu de Mical que busca la rutina, la monotonía, el aburrimiento y el conformismo, necesita ser confrontado con el espíritu de David, el espíritu de la alabanza y la adoración.

Los ungidos son bendecidos económicamente por el Señor. Dios le da finanzas el ungido para sus proyectos, para que se dediquen adecuadamente al ministerio. Los ungidos diezman y ofrenda; ya que éstos son parte expresiva de la adoración. Hay que ser sembradores de semillas financieras en el terreno fértil de Dios.

El testimonio de toda una vida se puede arruinar en un sólo día. Ministros o ungidos que duermen cuando deben estar despiertos pueden ser víctimas de situaciones que le pueden hacer daño espiritual. Muchas veces estar en el lugar y en horas equivocadas puede ser un desastre personal. El pecado de Saúl fue contra la autoridad de Dios, el de rebelión. El pecado del ungido fue contra la santidad de Dios, el adulterio. Pecado es pecado, pero Dios trata con más severidad a los que se rebelan contra su autoridad. El ungido al no refrenar sus pasiones naturales, y darle rienda las mismas, violó la ética ministerial. El que había derrotado a un gigante, que había vencido ejércitos, fue derrotado por una baja pasión.

Cuando el ungido deja de relacionarse con la unción, su manera de pensar y su comportamiento se ven afectado. Los impulsos de la carne le dictan sus acciones. Los que son íntegros no se dejan comprar con comidas ni banquetes. No ponen su ojo derecho en la mesa de la negociación ni del compromiso ético. El pecado se excusa con otro pecado; pero el pecado se resuelve con el arrepentimiento. David encubrió su pecado, pero no quiso confesar su pecado. El pecado es padre del pecado y el arrepentimiento es padre del perdón.

Dios nunca pasará por alto o excusará el pecado de sus ungidos. La unción no le da licencia para pecar a los ungidos. Tarde o temprano el pecado de los ungidos saldrá en la plana mayor de Dios. El ungido podrá olvidarse de su pecado, no podrá suprimir en su subconsciente, podrá reparar grietas sociales y heridas emocionales; pero Dios le sacará en cara y públicamente su pecado privado y disimulado. Dios tratará severamente a sus ungidos que abusando de su función y de su posición pecan con premeditación y alevosía.

Atacar a otros puede ser una proyección de juez, muchas veces para disimular la posición de acusado. Los que condenan mucho, las más de las veces quieren absolverse mucho. El pecado del ungido puede afectar su familia y también a aquellos a los cuales ha sido llamado a ministrar. Las consecuencias del pecado secreto del ungido pueden tener efectos públicos. Lo que el ungido siembra, eso también cosechará. Cuando el ungido peca, y por su pecado los enemigos de Dios blasfeman, algo le tiene que morir. A David le fue su hijo, a otros parte de su ministerio.

El ungido tiene que morir a muchas cosas, y muchas cosas tienen que morir para el ungido. Cuando se pierde la convicción de pecado, es porque la unción ya se ha ido, se ha perdido, ya no se tiene. Sin la unción se vive para el mundo, con la unción se vive para el cielo.

El ungido es un ministro a la generación con la cual le toca vivir. Deja huellas impresas en la historia de otros y afecta sus vidas. Influye su generación. El ungido no vive para ser servido por su generación, sino para servir a su generación. En lo que hace, influyen otros. Los ungidos están en la voluntad de Dios, hacen la voluntad de Dios y son la voluntad de Dios en el paréntesis de su generación. Son gente ordinaria que sirven a un dios extraordinario, haciendo cosas extraordinarias!

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Dios unge a aquellos a los cuales El llama al ministerio y les unge a fin de que puedan cumplir su voluntad. Pero, ¿qué es esta unción? Es simplemente el poder del Espíritu Santo, fluyendo a través de una persona, a fin de darles el poder de cumplir la voluntad de Dios.

 

Sin la unción, nosotros tenemos que depender de nuestra propia fuerza y habilidad. Pero, con la unción, somos literalmente los representantes del poder divino de Dios. Lo que es imposible hacer en nuestra propia fuerza llega a ser posible, y aún fácil, cuando esté hecho bajo la unción.

 

El profeta Isaías nos dice que el propósito de la unción es quebrar el yugo, y librar a la gente (Is 10:27). Debido a que “el Hijo os hace libres” (Jn 8:36), pienso que es lógico concluir que todo hecho en el ministerio debería, en una manera u otra, ayudar a liberar a la gente. No ponerles en más esclavitud, sino ayudarles a entender la verdadera libertad del pecado que el Señor les ha provisto.

 

Sabemos que “los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables” (Rom 11:29), pero esto no significa que uno nunca puede perder la unción que Dios le ha dado. A lo largo de la historia, muchos han perdido la unción que Dios puso sobre sus vidas. Mientras que los dones y los llamamientos son permanentes, la unción es muy dependiente de nuestras acciones y nuestra santidad.

 

Permítame definir algo. Una persona pierde la unción por no mantenerse en buena relación íntima con Dios, sea entrar en una posición en la cual no está en profunda comunión consistente con Su Espíritu Santo. No es tanto que Dios dice “no más,” que es que nosotros perdemos la posibilidad de recibir más. El pecado siempre nos separa de Dios. Si hay pecado en nuestras vidas, estamos separados de Dios y el poder el Dios no puede fluir a través de nosotros.

 

Un foco eléctrico solamente funciona cuando está conectado a la fuente del poder. No puede fingir estar conectado, ni puede casi estar conectado; debe estar conectado. Algo menos, y la electricidad no pueden fluir a través del foco y producir la luz.

 

Es igual con nosotros. No podemos fingir estar conectados al Espíritu Santo ni estar medio conectados; tenemos que ser conectados. Si no, su unción no puede fluir a través de nosotros, tocando aquellos alrededor de nosotros.

 

Permítame clarificar algo más también. Hay muchísimas manifestaciones falsas, y personas que fingen tener la unción. Ellos saben cómo actuar como si tienen la unción. Ellos saben cómo hablar como si tienen la unción. Saben cómo hacer un buen espectáculo. Sin embargo, todo está hecho en la carne, y no en el Espíritu.

 

Parte de esto probablemente surge por no entender la unción. Otra parte probablemente viene de un esfuerzo sincero de manufacturar que algo sucede. Además, hay aquellos que lo hacen, porque no tienen la unción, pero quieren que la gente piense que la tienen. En cualquier caso, aquellas personas no han pasado el tiempo necesario para formar la relación íntima con el Espíritu Santo que es necesario a fin de asegurarse que la verdadera unción sigue fluyendo a través de sus vidas.

El Rey Saúl es un perfecto ejemplo de alguien que perdió la unción. Aunque Saúl por sí mismo se refirió por ser “el ungido del Señor” (1 Sam 24:6; 26:9), descubrimos que la unción del Señor le salió, y se quedó sobre David. Pero todavía hay una pregunta clave, ¿Por qué le salió la unción?

 

Había probablemente varios factores que tenían algo que hacer con la salida de su unción, no solamente uno. Saúl hizo numerosos errores en su vida, los cuales por fin le causó de perder la unción. Nosotros también vemos que había algunas cosas que le prepararon de antemano de perder la unción. Veamos a estas cosas primero.

 

La primera cosa que le preparó a Saúl de antemano para fracasar es que se puso rey porque la gente quería un rey, no porque Dios quería que ellos tuvieran un rey. De hecho, ellos rechazaron tener Dios por su rey, a fin de tener un rey humano, como las otras naciones. Esto, por supuesto, desagradó a Dios. Pero, de todas modas, El cumplió su deseo y les dio Saúl por su rey.

 

La unción es un don de Dios. Como tal, no es algo que nosotros podemos insistir que nos dé, ni podemos tomarla de Él. Es literalmente algo que nos regala según su gusto. Al insistir que Dios les dé un rey, el Pueblo de Israel era esencialmente insistiendo que El unja ese rey también. Recuerda, la unción surge de una relación íntima con el Señor, no por insistir que El la provea.

 

La segunda cosa que obró en contra de Saúl era que fue elegido ser líder porque se parecía ser un líder, no porque era un líder. El liderazgo requiere carácter, no solamente un buen parecer. Aunque Saúl era “de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” (1 Sam 9:2) descubriremos que no sobrepasaba a los otros ni en obediencia ni integridad.

 

Algunos líderes se parecen ser líderes, y otros no. Si los líderes son escogidos por su apariencia, su estatura o su posición socio-económica, son escogidos por las razones equivocadas. Los líderes deben ser escogidos por su visión, su carácter, y si tengan el corazón de un siervo.

 

Finalmente, vemos que Saúl no era dispuesto ni listo aceptar el llamamiento de Dios en su vida. Después que Samuel le ungió (1 Sam 10:1), no lo mencionó a nadie (1 Sam 10:16). Bien, se puede darle el beneficio de la duda en esto, y decir que era siendo humilde. Pero, un poco más adelante, descubrimos que cuando fue escogido de todas las tribus de Israel por ser su rey, ellos no pudieron hallarlo, porque era escondiéndose junto al bagaje (1 Sam 10:19-22).

 

Aún después que Saúl fue descubierto y presentado al pueblo como su rey, no empezó sus responsabilidades con interés. No era que hasta hubo un crisis que él tomó un paso para andar en su papel de liderazgo y proteger al pueblo.

 

Si alguien desea ser exitoso por el Señor, necesita ser llamado, ungido, dado una visión y ser enviado. Pero, esta persona adicionalmente necesita aceptar el llamado, la unción y encargo de ser enviado. Alguna gente ha intentado ir adelante sin el llamamiento, y solamente ha trabajado en su propia fuerza. Otros han intentado de manufacturar la unción, en vez de recibirla del Espíritu Santo. Aun otros que han sido llamados y ungidos faltaron tener una visión; por lo tanto ellos corrieron en círculos sin alcanzar nada. Todas estas categorías al final fracasaron en cumplir todo que Dios había planeado por ellos. Pero, los más grandes fracasos son las personas que rechazan aceptar el llamamiento de Dios. Ellos no alcanzan absolutamente nada.

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