Notas del libro Las Parábolas de Jesús, de R. T. Kendall

Parábola: Del griego parabole, (3850), denota lit., poner al lado (relacionado con parabalo, arrojar o depositar al lado, comparar). Significa poner una cosa al lado de otra con el propósito de comparar. Por lo general se usa de un relato algo largo sacado de la naturaleza o de circunstancias humanas siendo su objeto la enseñanza de una lección espiritual” (W. E. Vine, Diccionario Expositivo del A.T y N.T. Exaustivo, pág. 627).

 

La parábola del Buen Samaritano es como si fuera un lente de aumento que nos deja ver algunos detalles del ser humano, que reflejado en los personajes, nos impulsa a aplicar esta parábola a varios aspectos de nuestra vida.

Los personajes que usa el Señor son cuidadosamente escogidos, cada uno de ellos representa la sociedad de su tiempo, y no solo eso, también representan las intenciones que los motivan a actuar en cierta forma y que son caracteristicas del ser humano, pudiéndose aplicar en todo tiempo y a toda sociedad.

También las ciudades que el Señor nombra como ejemplo son muy significativas, ya haya ocurrido en ese lugar el hecho que él relata en esta parábola, o no, lo cierto es, que tanto la ciudad de Jerusalén como la de Jericó tenían cada una en sí, un significado histórico y social bien profundo, que trascendió en la historia de Israel.

Jesús comienza esta parábola relatando la historia de un hombre que va de la ciudad de Jerusalén a la de Jericó.

Las ciudades:

Jericó

“Jericó estaba situada en una llanura fértil, fue embellecida en el siglo I a.C. por Herodes el Grande, con palacios, hipódromos, parques y acueductos. La llanura de Jericó ya era famosa por sus palmeras de dátiles, sus productos de miel, aceites, y especias aromáticas. Gracias a su clima benigno en invierno, Herodes eligió este valle para su residencia invernal. Muchos arqueólogos la consideran el asentamiento más antiguo en Palestina. Jesús hizo varias visitas a esta ciudad, una de ellas fue el encuentro con Zaqueo, el publicano (Luc 19:1-10), y la curación del ciego Bartimeo (Mar 10:46-52)” (Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, pág. 578).  

Esta ciudad lucía ser una donde se habían asentado personas de jerarquía y en sus buenos tiempos había sido una ciudad próspera y agradable para visitar. Para ir a Jericó desde Jerusalén había que descender por un camino angosto y despoblado. Los ladrones abundaban en el camino y si veían que el viajante iba solo, lo hacían presa instantánea para sus propósitos de hurtar, y desvalijarlos.

            Jericó (Antigua)

Jesús conocía esta ciudad, había estado allí, conocía el camino y el ambiente de la ciudad, y “fue la última ciudad que visitó antes de morir” (Diccionario Bíblico Arqueológico, pág. 365). Después de la conquista romana en el 70 d.C., la ciudad de Jericó declinó hasta convertirse en el asiento y puesto militar del gobierno y del condado.

Jerusalén

Pfeiffer, en su Diccionario Bíblico Arqueológico, explica, que Jerusalén era sagrada para los judíos desde que David estableció allí la capital alrededor del año 1000 a.C., y llegó a ser la ciudad principal de Israel. Herodes reconstruyó las murallas de la ciudad, después fue destruida por los romanos en el 70 d.C. Valles profundos rodean la ciudad por dos lados excepto al norte constituyendo fosos naturales lo cual hizo más fácil la edificación de defensa en los tiempos antiguos. Jesús conocía bien la ciudad.

Jerusalén (Antigua) (Life in the Holyland)

Jerusalén tenía un significado especial para el pueblo de Dios en el A.T. Por medio de Moisés Dios profetizó que Él escogería un lugar “para poner allí su nombre”; este lugar iba a ser la ciudad de Jerusalén. Esta fue la ciudad de los profetas y los reyes del linaje de David, Jerusalén fue la ciudad donde Dios reveló Su Palabra a su pueblo.

Jerusalén también tiene un significado especial para la iglesia cristiana del N.T., esta fue la ciudad donde nació el cristianismo, aquí fue donde ocurrieron la muerte, la resurrección y ascensión de Jesucristo, el Espíritu Santo descendió en el Pentecostés, dando nacimiento a la iglesia cristiana, y aquí se llevó a cabo el primer concilio de la iglesia.  Jerusalén todavía tiene una misión futura y es que puede que Cristo al volver establezca allí su reino.

 

Los Personajes:

El doctor de la ley (maestro de la Ley)

Definición: Eruditos bíblicos que interpretaban la Ley, especialmente la ley de Moisés”. (Biblia de Estudio Vida Plena, pág. 441).

Todo comenzó con la pregunta…

¿Qué haré para heredar la vida eterna? (v. 25) (Biblia Textual), preguntó dicho doctor.

Para entender bien la esencia de esta conversación, usando mi imaginación me situé en la proximidad del doctor de la Ley, y del Hijo de Dios, escuchando y mirando la reacción de este hombre al dirigirse al Señor con esta pregunta. Pensé ¿cuál será su propósito? Lucas dice en el (v. 25) que su intención era probarle. Este hombre se supone que conoce muy bien la Ley, pensé que posiblemente sus intenciones eran para ver hasta donde llegaba el conocimiento de Jesús y así poderlo desacreditar. Debido a la forma en que hizo la pregunta me di cuenta que este “doctor de la ley no conocía verdaderamente” a quién tenía delante de sí.

El Señor le contesta con una pregunta: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? (v. 26)

Cuando se responde con una pregunta, es para que el interlocutor defina más a fondo lo que ha preguntado inicialmente, dando la oportunidad que aclare la intención de la pregunta. Con qué maestría el Señor expone y responde a este “maestro de la Ley”, el cual sabía la respuesta de lo que estaba preguntando (v. 27). A veces algunos se prestan a las tentaciones, haciéndose los ignorantes delante de los demás, queriendo hacer ver que son modestos al hacer preguntas, pero que en realidad son astutos, y quieren ver si hay algún fallo para criticar al hermano, que de buena fe, trata de ayudarlos con una respuesta.

El maestro le responde al Señor lo que dice la ley (v. 27). El Señor responde escueta, y directamente, para no dejar dudas y quizás para no dar pie a un intercambio más amplio “Haz esto, y vivirás” (v. 28). No obstante, el maestro de la Ley no se da por vencido y trata de nuevo con otra pregunta: ¿y quién es mi prójimo? (v.29).

¡Oh… cuantas veces fallan algunos! No basta con la intención, tienen que intentarlo otra vez, no guardan sus corazones ni temen a Dios. Si no fuera por el perdón de Dios, ¿qué sería de nosotros los mortales? ¡Cuánto hay que aprender todavía!

Este doctor de la Ley, volvió a intentar su perspicacia con el Señor, ahora sí que la respuesta va a ser cortante, como una espada que penetra profundo, porque Él conoce los pensamientos e intenciones del corazón. El Señor ahora sí va con seguridad a darle la respuesta que el doctor no esperaba, y va con todos los detalles necesarios para aclararle al maestro lo que necesita saber, una lección que no podrá olvidar porque le va a tocar las fibras más profundas de su alma.

La Palabra de Dios guarda la sabiduría que tanto necesitamos, si oyeran como es debido, a los pastores que desde algunos pulpitos dan su vida por predicar esta Palabra. ¡Si algunos tienen oídos, que oigan!

El Señor da su respuesta con una parábola

“Cierto hombre…” (vs. 30-37)

Cada uno de los personajes de la parábola representa una actitud de la época, y todavía hoy, vemos vestigios de esto en nuestra sociedad y a veces en las iglesias. ¡Todos somos los hombres de esta parábola, somos los sacerdotes, los levitas, los tirados en el camino, y a veces el samaritano. Esta parábola nos toca bien profundo con su enseñanza, y el Señor la define muy bien para que no la olvidemos, y la tengamos grabada en nuestro corazón a cada instante que la podamos aplicar.

El hombre (medio muerto)

Tal vez un judío, tal vez un samaritano, no se menciona en la Biblia de donde era este hombre pero iba camino a Jericó, probablemente era judío; el Señor en su relato no especifica de donde era el hombre, y probablemente lo hizo con el propósito de no ponerle una “etiqueta” al hombre del camino, golpeado, robado, desnudo, y dejado por muerto. No importa la condición social, la nacionalidad, la raza o situación económica, es el amor al prójimo lo que importa. Mi prójimo, tu prójimo.

Nuestras sociedades están llenas de prójimos, le llamamos hermanos, vecinos, parientes, amigos, pero pocos nos ven como prójimos; ¿no es curioso que teniendo en el corazón el amor de Dios, a algunos, le cuesta trabajo mostrar compasión al prójimo?  

Recuerdo sus palabras: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado.”

 

Los asaltantes

Estos eran bandidos que se aprovechaban de las personas que pasaban ignorando o sin sospechar que estos ladrones esperaban la oportunidad para llevar a cabo su maldad.

Estoy en desacuerdo con el Sr. Guerra, el cual cita a Marcos 12:1-12 para ilustrar cómo la situación socioeconómica influía en la acción de algunos de los campesinos “malvados”. Pienso que la situación socioeconómica es una excusa, no tiene justificación a esa actitud, a no ser por la constitución pecaminosa del hombre, que lo impulsa a usar cualquier pretexto para hacer el mal, la parábola lo dice “labradores malvados” no dice labradores afectados por la economía. Sobre todo en América Latina se usa culpar siempre a los gobernantes y a los ricos de la miseria de los pobres, y no descarto que estos últimos sean instrumentos que no cooperan con la sociedad como debieran; pero la integridad personal, el deseo de superarse, el esfuerzo, lealtad en el trabajo, juntamente con el apoyo de instituciones de ayuda, y principalmente el apoyarse en un Dios todopoderoso, de amor y de oportunidades; todo eso ayuda a salir de situaciones adversas. Un verdadero cambio de mentalidad en la sociedad es lo que hace falta. 

La Iglesia tiene el deber moral y espiritual de ser un punto de apoyo indiscutible en el futuro de la sociedad, estableciendo El Reino de Dios y Sus preceptos en la tierra como algo primordial dentro de un gobierno cívico, un gobierno, dentro de otro gobierno, que no chocan, sino que cada uno tiene su función en la vida del hombre; y ser un ejemplo vivo de lo que predica.

 

El sacerdote

Los sacerdotes eran encargados del culto que se le rendía a Dios.

Actuaban como mediadores entre Dios y el pueblo. Después que se construyó el templo de Jerusalén, se especializaron sus funciones, la principal de las cuales era el ofrecimiento de sacrificios. Los sacerdotes debían evitar la impureza, especialmente la de un cadáver. Pero las reglas eran reglas; aunque la regla de la misericordia debió haber tomado precedencia, si fuera evidente que el hombre hubiera estado vivo, pero parecía que el hombre podría estar muerto; y el sacerdote de la parábola no quiso arriesgarse.  

La nación de Israel fue denominada un reino de sacerdotes” (Ex 19:6). Y la Iglesia (1 Ped 2:5, 9 [sacerdocio]; Apoc 1:6; 5:10) y todos los que tienen parte de la primera resurrección (Apoc 20:6) son llamados sacerdotes.” (Diccionario Bíblico Mundo Hispano, pág. 643).

Este sacerdote de la parábola, ni siquiera se acercó a mirar al hombre caído y con necesidad de asistencia, lo vio y ¡se tomó el trabajo de ir al otro lado del camino y siguió de largo! No tuvo la sensibilidad de ni siquiera ver que le había pasado, no le importó la situación del individuo tirado en el suelo desnudo. ¿Un sacerdote indiferente al ver a un ser humano caído? Que enseñanza tan aguda para el oyente de esta parábola; nos hace meditar ¿verdad? La iglesia tiene que ser lo que predica, el espejo de la Palabra de Dios.

Así vemos algunos que hasta le pierden valor al prójimo, creación del Dios que dicen servir, y hasta se convierten insensible ante el dolor humano, cuando su llamado es el de “amar a tu prójimo como a ti mismo” (v. 27b).

 

El levita

Eran descendientes de Levi, hijo de Jacob. En Judea los levitas fueron llamados a vigilar o supervisar la adoración en la casa de Dios, también la responsabilidad de los levitas era como restauradores de la verdadera adoración, no sólo como supervisores del sistema de sacrificio de animales. (Num. 1:53; Cro. 30:25). Los levitas guardaban la pureza de la adoración israelita al dirigir la adoración y rehusaban tomar parte en cualquier asunto de cualquier campo o adoración pagana. “Las reglas de los levitas no eran tan estrictas como las de los sacerdotes pero posiblemente este hombre quería también evitar la profanación” (Comentario del Contexto Cultural de la Biblia, N.T. pág. 214).

Los levitas ayudaban a los sacerdotes en varias tareas del templo incluyendo la provisión de música y el mantenimiento de los edificios.

Hoy todos en la iglesia local debemos cooperar con los diferentes ministerios, para que la iglesia pueda funcionar efectivamente en nuestra sociedad. Dr. Kendall lo explica muy bien: “A veces uno halla hoy, personas como estas en el ministerio. Están más interesados en la liturgia que en las personas, más interesados en el ministerio mismo que en ayudar en realidad a las personas. Les encanta el prestigio pero no quieren ensuciarse las manos.” (Las Parábolas de Jesús, pág. 178).

El levita de la parábola, no quiso “ensuciarse las manos.”

 

El Buen Samaritano (De Samaria)

“Samaria, este país ocupaba un territorio escabroso alrededor de unos 67 km. De norte a sur y de unos 58 kms. de este a oeste. Fue el territorio ocupado por las diez tribus guiadas por Jeroboam, extendiéndose aproximadamente desde Betel hasta Dan y desde el Mediterráneo hasta Siria y Amón. (nombre primitivo: Monte Efraín). En 721 a.C., Sargón de Asiria destruyó a Samaria. Los recién llegados del norte se casaron con el remanente israelita, y finalmente la población tomó el nombre general de los “samaritanos”. Después de la cautividad, se desarrolló un odio entre los samaritanos y el remanente judío de Esdras y Nehemías. Samaria se convirtió en un refugio para los judíos descontentos, con el consecuente uso del nombre samaritano, como un término despectivo para un disidente rebelde. (Juan 4:20,21; 8:48). El cristianismo trajo a consecuencia liberalidad en el trato con los samaritanos (Hec 8:5-25).”  (Diccionario Bíblico Mundo Hispano).

Náblus pequeña ciudad de Samaria antigua.

 

Las respuestas a las preguntas:

Cuando el Señor termina de relatar la parábola le hace una pregunta al doctor de la Ley: ¿Quién de estos tres te parece llegó a ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores? (v. 36).

El doctor le responde: “El que hizo la misericordia con él.” (V. 37) Ni siquiera dijo “el samaritano”, tal era el desprecio que sentía por este grupo de personas… Pero el Señor le respondió: “Ve y haz tu lo mismo” (v. 37) El Señor hace que el mismo doctor de la Ley, se respondiera su pregunta. No creo que le causó sorpresa saber quién era el prójimo, como dice el Dr. Kendall, pero creo que es necesario e indispensable que quedara claro “quién” es el prójimo. El Señor quiso enfatizar claramente que nuestro prójimo es cualquiera que podamos ayudar, y al mismo tiempo somos el prójimo para aquel que ayudamos, está bien claro que hay dos principios, amor a Dios y al prójimo (v. 36).

¡Ah, pero a algunos, hoy en día también les pasa esto!, no se acuerdan que en una ocasión fuimos nosotros los que estábamos tirados en el camino, y fue el Señor que al vernos, nos levantó, nos curó las heridas, nos hizo descansar, nos protegió, pagó por todo, nos restauró, y nos amó. Esta parábola trata del Amor y la compasión de Dios aplicada al ser humano.

Dios no hace acepción de personas, Jesucristo murió por todos, sería de mucha alegría para el Señor que todos tuviésemos esta actitud en mente cuando nos encontremos en situaciones parecida a esta parábola. El amor al prójimo, es un gran amor, porque no siempre conocemos al prójimo, como en el caso de esta parábola. Este amor sobrepasa barreras, pudiéramos preguntar ¿será agradecido de la ayuda que se le ha dado, o será indiferente? ¿se interesará por la persona que lo ayudó? ¿Querrá devolver los gastos que causó su pena? El amor al prójimo no toma en cuenta nada de éso porque es una extensión del amor de Cristo y del amor que Dios ha puesto en nosotros, Jesucristo es el mejor ejemplo de quien es el Buen Samaritano.

Hoy encontramos personas que son capaces de vivir esta parábola, que son ejemplos de buenos samaritanos, verdaderos cristianos que aman a su prójimo. No hay perfección en el hombre, pero muchos entienden la obra de Jesucristo, y tratan de vivir como el Señor manda. Esta es una enseñanza profunda del amor de Dios por el hombre, y de cómo debemos actuar en este mundo en el cual el Señor nos ha puesto con un propósito santo.

Escrito por Maria Cruz, Estudiante Universidad Cristiana Logos.

Leave a Comment

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

WeCreativez WhatsApp Support
Nuestro equipo de atención al cliente está aquí para responder a sus preguntas. Pregúntanos cualquier cosa!
👋 Hola, ¿cómo puedo ayudar?