El estrés es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o demanda incrementada. El estrés es una enfermedad mortal que puede ocasionar estragos en nuestras vidas. La terrible realidad es que el estrés corre con desenfreno y tiene dimensiones epidémicas en las relaciones, los empleos, los hogares, y cada parte de nuestra persona.
Las personas reaccionamos ante las situaciones de diversas maneras, el problema es cuando estas situaciones se nos salen de control. El estrés es bueno cuando sabes manejarlo ya que es un mecanismo de autodefensa para poder reaccionar ante las cosas inesperadas en nuestras vidas.
El manejo del estrés comienza con una relación personal con Dios. Sin Él, estamos en eterno problema. Lo primero que debemos hacer para combatir el estrés es tener plena conciencia de a quien le pertenecemos. El aprender a ocuparnos del estrés comienza con la relación vital y personal con el Dios que es siempre fiel, de paz y nos libera del estrés. Al saber quienes somos y quien es nuestro Padre Celestial nos da el poder de vivir una vida más tranquila y llena de paz.
El estrés puede ser a menudo el resultado de un esfuerzo incesante por que los demás nos conozcan. A veces tratamos de obtener mérito y valor al vernos reflejados en los ojos de los demás, en vez de ese reflejo en los ojos de Dios. Dios desea que lo conozcamos por completo y que anhelemos estar con Él. Ese conocimiento es la base del manejo del estrés. Dios es Jehová Todopoderoso. Dios desea que nos acerquemos a Él tal y como somos en nuestra debilidad e imperfección. Dios desea una relación íntima con nosotros. Podemos acercanos a Dios. Llamarlo por su nombre y Él va a satisfacer las necesidades de nuestro corazón. El conocer a Dios y darnos cuenta de que Él nos conoce a nosotros es el fundamento sólido y poderoso que nos sirve de base para construir una vida llena de paz que no esté controlada por el estrés.
Muchas veces estamos en una búsqueda constante de amar y ser amados, y desafortunadamente ese amor lo buscamos en el lugar equivocado. Cuando conocemos a Dios y experimentamos su amor incondicional entonces sabemos que es el amor. Al conocer a Dios y experimentar su amor aprendemos a amar a los demás y a nosotros mismos. Al saber que somos amados nos promueve un corazón contento y lleno de paz, en el cual no queda mucho lugar para el estrés.
Al saber a quien les pertenecemos evita el dolor, la frustración y el estrés. Al recordar que somos criatura escogidas, hijos del gran Rey, y una parte indispensable del corazón de Dios nos hace sentir en confianza y tranquilidad espiritual. Al reconocer que somos escogidos por Dios, nos da libertad de servirlo por entero y con valentía sin rendirse a las expectativas poco realistas que imponen los demás y el débil corazón del ser humano. Al reconocer que Dios nos ha creado nos permite aceptar los dones que Dios nos ha dado y nos alienta a pasar cada elección, cada decisión por el filtro de su plan perfecto en nuestras vidas. Al saber a quien le pertenecemos apacigua nuestra alma y dirige nuestros pasos hacia el sendero escogido por Dios cuando nos dio forma. (Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas -Salmo 139:14-16)
Para vivir una vida saludable y poder manejar el estrés en nuestras vidas, nuestra confianza y dependencia deben de ser en Cristo Jesús en todo momento.