¿A quién estás escuchando?
En la escena dramática del Éxodo, Moisés está en la cima del monte Sinaí, en comunión íntima con Dios. Su tiempo no es solo de recepción de instrucciones, sino de alineamiento espiritual con el corazón divino. Mientras tanto, en el campamento, Aarón está con el pueblo… y escucha otra voz. No la de Dios, sino la del clamor impaciente, inconforme y manipulador de una multitud que se siente abandonada.
“Porque este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido” (Éxodo 32:1, RV1960). Esta queja, mezcla de ansiedad y olvido, desencadena uno de los episodios más tristes en la historia del pueblo de Dios. Aarón, en vez de mantenerse firme, cede: “Y él les recibió de mano de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición” (Éxodo 32:4, RV1960).
Moisés escucha a Dios en la soledad del monte. Aarón escucha al pueblo en el bullicio de la llanura.
Hoy, como empresarios y líderes cristianos, la pregunta sigue vigente: ¿a quién estás escuchando más? ¿Al Dios que habla en la intimidad, o a la cultura que demanda resultados inmediatos, reconocimiento y éxito visible?
El peligro de un liderazgo sin altar
Aarón no era un desconocido de Dios. Había sido escogido como sacerdote. Pero la ausencia de una experiencia íntima y constante con la voz divina lo dejó vulnerable. En momentos de presión, se lidera desde el alma o desde el espíritu. Y el alma, sin disciplina, termina haciendo becerros para calmar al pueblo.
Esta historia revela que el liderazgo carente de altar termina siendo arrastrado por las emociones de los demás, por sus quejas, exigencias o expectativas. Así nacen los becerros de oro del corazón: cuando las demandas externas ocupan el lugar de la dirección divina.
¿Cómo luce un becerro moderno?
No siempre se trata de un ídolo físico. En nuestro tiempo, puede tener otras formas:
- El culto al crecimiento: medir la bendición por el tamaño del proyecto.
- El reconocimiento: vivir para los aplausos del público.
- El control financiero: confiar más en el capital que en la provisión de Dios.
- La imagen profesional: preferir la apariencia a la autenticidad.
En todos estos casos, el becerro está hecho con materiales “ofrecidos” por el pueblo: sus valores, sus deseos, su voz. Pero no necesariamente su verdad.
Moisés: el líder que baja con el rostro iluminado
La diferencia no fue el título ni el llamado. Fue el lugar de escucha. Moisés permaneció en la presencia de Dios tanto tiempo como fue necesario. Él bajó con la Ley, pero también con una carga espiritual. Su corazón estaba formado por lo que había oído en el monte, no por lo que exigía el pueblo.
“Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí… no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios” (Éxodo 34:29, RV1960). Ese resplandor no era estrategia, era evidencia de permanencia. Un líder que escucha a Dios, al final se distingue, aunque no lo pretenda.
El corazón empresarial y el altar personal
Como empresarios y líderes, estamos llamados no solo a alcanzar metas, sino a preservar nuestra fidelidad. No debemos temer al éxito, pero sí al orgullo disfrazado de propósito. El verdadero liderazgo no se mide por la cantidad de seguidores, sino por la calidad de nuestra obediencia.
El sabio Salomón escribió: “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el ser apreciado más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1, RV1960). Pero incluso él, con toda su sabiduría, se desvió al final por amar más la opulencia y el prestigio que la voz del Dios que lo levantó.
Conclusión: Volver al monte
Este tiempo desafía a cada líder cristiano a dejar la llanura del ruido y subir al monte de la intimidad. Es allí donde se deshacen los becerros del alma y se restaura el verdadero propósito. El liderazgo bíblico comienza en el secreto, no en la plataforma. El líder que quiere impactar eternamente debe aprender a escuchar a Dios por encima de toda otra voz.
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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