El nombre que vale más que el oro

En el mundo empresarial, alcanzar prestigio, influencia y una reputación sólida suele ser considerado el máximo logro. Lo mismo ocurre en el liderazgo cristiano: tener “buen nombre” ante la comunidad es motivo de gratitud y respeto. Sin embargo, la Escritura nos llama a tener una mirada más profunda sobre el verdadero valor del nombre, la fama y la posición social. “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1, RV1960).

Salomón, el sabio rey de Israel, fue un hombre que lo tuvo todo: sabiduría, riqueza, paz en su reino, influencia internacional y fama sin precedentes. No obstante, también se convirtió en un ejemplo claro de cómo el éxito sin vigilancia espiritual puede derivar en decadencia interna. Para los empresarios y líderes cristianos de hoy, su vida es un espejo que refleja tanto promesas como peligros.

Cuando el prestigio se vuelve trampa

Al inicio de su reinado, Salomón hizo una petición que encantó al corazón de Dios. “Da pues a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo” (1 Reyes 3:9, RV1960). Dios le concedió no sólo sabiduría, sino también riquezas, fama y poder.

Pero con el paso del tiempo, el mismo Salomón que construyó el templo, redactó proverbios y fue admirado por reyes extranjeros, terminó seducido por la abundancia, las alianzas políticas y los placeres personales. “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos… y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios” (1 Reyes 11:4, RV1960).

La caída de Salomón no fue inmediata ni evidente al principio. Fue progresiva, silenciosa, amparada por la comodidad del poder y el brillo de la fama. Este es el gran peligro: el liderazgo sin vigilancia puede volverse autosuficiente y ciego al consejo de Dios.

Señales de advertencia para el líder en éxito

Hoy, muchos líderes y empresarios cristianos enfrentan contextos parecidos. Prosperan, son influyentes, sus proyectos bendicen a otros… y en medio de ello, el corazón corre el riesgo de relajarse. Algunos signos de advertencia pueden incluir:

  • Cuando la imagen importa más que la integridad.

  • Cuando se justifica cualquier decisión, porque “Dios está bendiciendo”.

  • Cuando el tiempo para buscar a Dios disminuye, pero aumentan las reuniones estratégicas.

  • Cuando se busca agradar más a los inversionistas que al Señor.

Estos no son necesariamente síntomas de pecado, pero sí de desalineación progresiva. En ese punto, el buen nombre empieza a perder su verdadera esencia: ya no es reflejo del carácter de Cristo, sino de logros humanos que pueden volverse ídolos.

Fama sí, pero con temor de Dios

Dios no está en contra de la influencia o del reconocimiento. De hecho, en muchas ocasiones honra a sus siervos en público. Jesús mismo afirmó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16, RV1960). El punto no es evitar el buen nombre, sino cuidar el corazón que lo sustenta.

En el caso de Salomón, el desenlace fue doloroso: aunque su sabiduría era aún recordada, su legado espiritual quedó marcado por la división del reino. La sabiduría sin obediencia se torna inútil, y la fama sin carácter puede ser destructiva.

Lecciones para empresarios y líderes cristianos

  1. Revisa tu corazón más que tus números. ¿Qué te motiva realmente? ¿Qué lugar tiene Dios en tus planes diarios?

  2. Rodéate de personas que puedan corregirte. Salomón se rodeó de mujeres extranjeras, no de profetas fieles.

  3. Evalúa tus hábitos espirituales en tiempos de éxito. ¿Sigues orando como cuando comenzaste? ¿Te quebranta aún la Palabra?

  4. Recuerda que el liderazgo es servicio, no privilegio. Jesús dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor” (Mateo 20:26, RV1960).

Conclusión: cuidar el alma en la cima

Todo líder cristiano, tarde o temprano, será probado con el peso de la influencia. La cima no es peligrosa por su altura, sino por el olvido de quien nos llevó hasta allí. Salomón tuvo un buen inicio, pero su final nos recuerda que el éxito sin dependencia diaria de Dios puede ser una trampa mortal.

En un mundo que premia la visibilidad y celebra la fama, el llamado es a cultivar un carácter que no se corrompa, una visión que no se desvíe, y una vida que glorifique a Cristo aun en la abundancia.

¡Cuida tu alma en la cima!

 

Por María del Pilar Salazar

Decana Académica 

Univ. Logos

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