El crecimiento de la Iglesia primitiva narrado en el libro de los Hechos no solo es un testimonio espiritual, sino también una fuente de principios aplicables a la vida organizacional y empresarial. Sin perder de vista que la expansión de la Iglesia tuvo como motor la acción del Espíritu Santo, también es posible identificar patrones de liderazgo, organización y sostenibilidad que inspiran a quienes buscan dirigir instituciones con visión y propósito.
Fundamento en la misión
La Iglesia primitiva no se expandió por estrategias humanas aisladas, sino por una clara comprensión de su misión. Antes de ascender, Jesús estableció la visión: “…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8, RV1960). Este mandato se convirtió en la brújula de toda acción misionera y organizacional.
De manera similar, ninguna organización puede expandirse sin una misión clara que dé sentido a sus actividades. La misión orienta la toma de decisiones, inspira a los miembros y alinea los esfuerzos colectivos hacia un objetivo común.
Liderazgo compartido y desarrollo de capacidades
Uno de los grandes aciertos de la Iglesia primitiva fue el desarrollo de liderazgos compartidos. Ante el crecimiento de la comunidad, los apóstoles reconocieron la necesidad de delegar: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:3, RV1960).
Este modelo de distribución de responsabilidades permitió que la organización se fortaleciera en diversas áreas y que los líderes pudieran enfocarse en lo esencial de su llamado. En la práctica empresarial, delegar funciones y capacitar equipos evita la sobrecarga, fomenta la innovación y multiplica el impacto de la organización.
Adaptabilidad y expansión contextualizada
La expansión de la Iglesia se dio en contextos diversos, desde Jerusalén hasta Antioquía y más allá. Cada comunidad tenía características culturales distintas, y la Iglesia supo adaptarse sin perder la esencia del evangelio. Un ejemplo claro fue el Concilio de Jerusalén, donde se debatió la integración de los gentiles (Hechos 15).
Para las organizaciones actuales, este principio se traduce en la capacidad de adaptarse a diferentes mercados, públicos y culturas. La flexibilidad, acompañada de fidelidad a los valores fundamentales, es una clave para la expansión sostenible.
Unidad y visión compartida
Un aspecto central del crecimiento de la Iglesia fue la unidad de sus miembros. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42, RV1960). La cohesión comunitaria se convirtió en un testimonio poderoso y en la base para la expansión.
En el ámbito organizacional, la unidad no significa uniformidad, sino compromiso compartido con una visión común. Una organización que fomenta la participación, la confianza y la colaboración está mejor equipada para afrontar los desafíos del crecimiento.
Administración de recursos con propósito
Otro elemento fundamental fue el uso responsable y solidario de los recursos. “Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32, RV1960). Aunque este modelo responde al contexto de la Iglesia primitiva, revela una lección clave: los recursos no son un fin, sino un medio para cumplir la misión.
En la práctica organizacional, esto implica una administración estratégica y transparente de los bienes, donde las finanzas estén orientadas a la sostenibilidad y al servicio de la misión.
Estrategia de expansión en redes
La Iglesia primitiva no se quedó en un centro único de operaciones. Pablo y otros líderes entendieron la importancia de las redes de comunidades, que se fortalecían mutuamente. Cada iglesia local era autónoma en su realidad, pero compartía la misma fe y misión.
Este modelo puede inspirar a las organizaciones modernas a trabajar en redes colaborativas, evitando el aislamiento y potenciando la expansión a través de alianzas estratégicas.
Conclusión
La expansión de la Iglesia primitiva nos muestra que el crecimiento sostenible no depende únicamente de estructuras sólidas, sino de una visión clara, liderazgo compartido, adaptabilidad, unidad y administración responsable. Estos principios trascienden el ámbito religioso y ofrecen valiosas lecciones para el liderazgo, las finanzas y la empresarialidad actual.
En última instancia, se trata de recordar que toda organización con propósito debe tener como centro una misión que inspire y trascienda, pues solo así el crecimiento dejará de ser un simple aumento numérico y se convertirá en un impacto transformador en la sociedad.
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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